miércoles, 19 de septiembre de 2012

CHICOS DE 5TO.AÑO CIENCIAS NATURALES. Aquí les dejo el texto que deben llevar a clase el próximo miércoles 26. Nos vemos!!!


Eternidad en abril
Siento mucho frío. Una habitación rígida. Nada cobra movimiento. Sólo yo inclino mi oído hacia tu corazón que late con las fuerzas del que tiene miedo. Mucho miedo.
Tus ojos me miran, grisáceos y opacos. Me piden que los ayude a quedarse un poco más. Te miro y me quedo detenida en el tiempo. Nos entrelazamos en la historia que nos hizo protagonistas.
Una línea de tiempo diseñada desde siempre por las manos de Dios.
Tenías veintitrés años. Te aferraste a un sueño. Escapaste de quienes quisieron amarrarlo. Me llevabas en tu ser como un canto de libertad, como una paloma que buscaba su nido. Un rosario de amor en medio de las adversidades. Creaste todo lo que había a tu alrededor. Desde el sustento diario hasta los ajuares, los bordados y los colores de los tejidos. Me ponía a tu lado, curiosa de todo tu andar.  La casa estaba en medio de 4 hectáreas sembradas. En dos de ellas destellante amarillo casi anaranjado maizal, en otra azulado alfalfar, a su vez recuadrando el paisaje, las calles,  que me llevaban imaginariamente a otros lugares, de un lado un pueblo casi al límite con mi provincia, la otra me dejaba ver las casas de mis vecinos, que también tenían unas hectáreas con girasol, cebada, avena. Alrededor de la casa un enorme patio. Al frente varios paraísos que hacían la delicia de mi olfato con su perfume primaveral, de mis ojos con el violáceo de sus flores frescas y silvestres. Dos eucaliptos transpirados de menta presidían un camino arbolado hacia “la puertita de la calle”, alegre trayecto donde me enseñabas a andar en bicicleta.  A los costados,  mandarinos y naranjos de subyugante aroma de azahares, delicias de siestas invernales compartidas. Detrás de la casa muchos  paraísos y mil hojas, acacias y naranjo amargo. Detrás de la casa, a unos metros, media hectárea sembrada de papas con sus hojas verde oscuro y flores blancas. Seguía tus pasos limpiando malezas Por las noches los rezos con temor a que llegara mi padre,  aprendimos el padre nuestro, ave maría y gloria. Los ruidos de la llegada enmudecían las plegarias que quedaron en mi  mente y en mi  corazón. Tu  bendita siembra. Me quedaba extasiada con la mezcla de aromas que la brisa trasladaba a mis pasos. Sandías verdes de rojo corazón, melones anaranjados, papas, cebollas que traspasaban mi cerebro y mis neuronas. Sustento tan preciado que vos convertías en abundantes y deliciosos manjares.
La casa tenía techo de chapas de cinc cubiertos por pastos secos para protección de las altas temperaturas. Las lluvias eran el sonido más bello que resonaba en mis oídos. No había apuros ni compromisos. Acurrucada en tu falda, al calor de la cocina a leña esperando las tostadas  de inolvidable aroma. Era la vida en toda su potencia y esplendor. El patio casi plateado por la luz nocturna dejaba ver tu barrido diario formando estelas por la suavidad del artesanal dibujo. En el jardín los  claveles rojos, las  rosas blancas y amarillas. Conejitos apelmazaditos y perfumados, caléndulas, pensamientos amarillos y rojos,  crestas de pavo de color bordó, los crisantemos y las dalias de vivos colores  y los junquillos, eran en conjunto un espectáculo único y trascendente. Despertaban en mi ser admiración hacia esa verdadera obra de arte de la naturaleza y de tus manos co creadoras. Camino a la calle el  montecito, otro cuadro de la naturaleza en donde también tus ojos y tus manos le dieron forma. Duraznos rosados tan grandes que cuando caían en su madurez se deshacían en el suelo,  duraznos blancos también amarillos y rosados. Diferentes variedades de ciruelas, de color verde,  amarillas. El atardecer preanunciaba las delicias de la cena entre aroma a duraznos cocidos, el humo del fuego encendido y la reunión familiar. Todo giraba en torno a tu creatividad y a tu inmenso amor.
 Se enredaron mis sueños entre los azahares, el perfume de los duraznos, el rojo de los claveles,  la savia del alfalfar. Entre las grietas de tus manos sacrificadas, los cuadritos de tu pañuelo, el cinturón que forjaba tu cintura, el rojo de tus  labios pintados y el sonido de tus tacos altos los domingos por la tarde. Tu hermosa sonrisa. Las novelas de las tardes, tus lágrimas escondidas, tus exigencias. Con los seis de enero de juguetes nuevos y olor a madera.
Es abril. Tengo mucho frío. Seguiremos dibujando nuestra línea de tiempo en la inmensa tela de la eternidad, adornada con estrellas y música de todo el universo en su plenitud.
 Septiembre de 2012.

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